A una semana del 15-O en Roma: Reflexiones sobre práctica política radical | A.U. Contrapoder

Defender la alegría, organizar la rabia

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A una semana del 15-O en Roma: Reflexiones sobre práctica política radical

Las siguientes líneas recogen algunas impresiones sobre la jornada del 15 de octubre en Roma. No pretenden ser un relato detallado de lo acontecido en la capital italiana, sino formular diversas reflexiones en materia de acción política: una cuestión que desde hace siete días inunda la actualidad del país transalpino y, al mismo tiempo, constituye un tema fundamental de análisis y debate dentro de los movimientos sociales.


15-O: una, dos, tres… mil marchas por el cambio global

El cantautor Fabrizio De Andrè dijo una vez que el capitalismo no podía ser democrático. Hoy, en la realidad local italiana, las medidas dictadas por la troika para afrontar la crisis financiera han situado los recortes presupuestarios en uno de los niveles más altos de toda Europa, además de registrar una pérdida de derechos por parte de las mayorías sociales sin precedentes en las últimas seis décadas. Junto a esta afirmación del poder de las grandes empresas financieras por encima de la soberanía popular, algo que es ya un hecho en todos los países de la UE, en Italia los rasgos propios del berlusconismo –corrupción, restricción de la libertad de expresión y de prensa, relación con organizaciones mafiosas, leyes ad personam, escándalos sexuales, etc.- evidencian aún más las carencias democráticas sobre las que se edifican el poder financiero y la diferenciación entre los de arriba y l@s de abajo; la diferenciación entre quienes desde los grandes consejos de administración siguen registrando beneficios y quienes ven cómo la incertidumbre y las precarias condiciones de vida oscurecen, junto al suyo propio, el futuro de millones de personas.

Estos millones de personas, cuyas protestas se han visto en ciudades de todo el mundo durante los últimos cinco meses, vienen definidos habitualmente por los grandes medios de comunicación como indignados. Este término se muestra bastante limitado a la hora de describir tanto la heterogénea composición de estos movimientos como los fundamentos teóricos que los inspiran, pero quizá no sea una mala palabra para una primera aproximación: se trata de gente que, saliendo a la calle, ha expresado su voluntad no sólo de imaginar una vida y un futuro mejor, sino su determinación de construirlo ellos y ellas mismas. Fechas especialmente significativas, como la del 15 de octubre, deberían servir para buscar cierta concreción –dentro de su amplitud y diversidad- en una de las experiencias políticas más interesantes de los últimos años, que ha reinterpretado formas clásicas de hacer política desde abajo, ha inventado otras nuevas y está llamada a desarrollarse como el principal motor de cambio frente al actual modelo político, social y económico.


La manifestación en Roma: el retorno del fantasma del black bloc

El sábado 15 de octubre representó una jornada de movilización en todo el planeta y, por primera vez, las reivindicaciones por un cambio global se daban cita un mismo día. En las calles de Roma la manifestación estuvo compuesta por una gran variedad de sensibilidades y proyectos políticos y reunió a una enorme cantidad de gente: se habla de casi medio millón de personas llegadas de distintos puntos de toda Italia. El recorrido de la manifestación por el centro de la capital italiana se vio interrumpido por la intervención de la policía ante el incendio de varios coches: las cargas, el uso de cañones de agua, los gases lacrimógenos y la velocidad de los furgones al pasar entre la gente en Piazza San Giovanni evidenciaron, una vez más, el desprecio por la integridad física de la ciudadanía con la que opera la policía italiana. La responsabilidad de tales acciones corresponde al Ministro Maroni, que tras los acontecimientos del sábado, ha anunciado un endurecimiento de las leyes para controlar a “los violentos”.

“Manifestantes violentos”, “black bloc” o “total black” parecen etiquetas sintetizadas en jefaturas de policía para que los medios clasifiquen manifestantes y construyan el relato de un problema de orden público, en un ejercicio de estigmatización muy parecido al que en el Estado Español se hacía con el término antisistema –la experiencia del 15M, con su heterogeneidad y su reformulación de la acción política en la calle, parece haber derribado la acepción meramente delictiva que se asociaba a esta palabra-. A lo largo de esta semana, mientras a los ojos de la opinión pública se sucedían las fotografías de coches ardiendo y escaparates rotos, quedaba invisibilizada la esencia de la manifestación: medio millón de personas reivindicando un proyecto político transformador.

La perspectiva inmediata después del 15 de octubre presenta un panorama incierto para los movimientos sociales en Italia. Además de una operación policial con registros y detenciones por todo el país, es posible descubrir nuevas dimensiones de la actividad represiva: como ocurrió en Londres el pasado agosto, diversos sectores políticos y mediáticos han llamado a la población a denunciar con sus fotografías y grabaciones a “los violentos”, los manifestantes “malos”. La ya anunciada reforma de la legislación para evitar episodios de violencia –que se traducirá, en la práctica, en la restricción de derechos políticos y de la participación popular directa- cuenta con el apoyo de algunos miembros de la oposición: indicador de que, como parte de las consecuencias de determinadas prácticas políticas que se vieron en las calles de Roma el 15-O, se ha producido un estrechamiento en los lazos de ciertos consensos dentro del bloque histórico institucional, reforzándolo frente a ataques externos y multiplicando su capacidad de determinar el sentido común de la sociedad.

Es en este punto en el que hay que analizar el sentido de ciertas prácticas: desarrollo, objetivos, y dimensión de sus consecuencias.


Radicalidad de masas: la eterna búsqueda de la política transformadora

En Italia, desde hace una semana, los grandes medios creadores de opinión han planteado varios debates en términos dicotómicos referidos a la práctica política: manifestantes “buenos” y manifestantes “malos”; violencia o no violencia como forma de lucha. En este caso, y como en el de la mayoría de simplificaciones bipolares, se trata de debates tramposos. No es cuestión de juzgar quién es “bueno” y quién es “malo”, o de elegir entre pacifismo o guerra abierta. La práctica política es una cuestión de eficacia, y se refiere esencialmente a las formas de conflicto -del conflicto- en las que se libra la pugna por la consecución de los propios fines. De acuerdo con esto, el desarrollo eficaz de la acción política requiere de dos conceptos: organización y estrategia.

Las expresiones del conflicto conocen, y más en tiempos de crisis, formas constantes de explotación, utilizando términos clásicos, que golpean a la mayoría de la sociedad -este 99% que el día 15 marchó por la calles de todo el mundo en nombre de un cambio global-. Son totalmente legítimas las manifestaciones de rabia que a nivel subjetivo produce esta explotación, pero es fundamental canalizarlas hacia el verdadero enemigo -el 1% que el 15 de octubre supo con certeza que cada día lo va a tener más difícil-. Es en momentos como el actual cuando es necesario actuar con especial inteligencia a la hora de desarrollar nuestra práctica política, pues las condiciones -objetivas y subjetivas- son extraordinariamente favorables para una transformación profunda. La experiencia del 15 de octubre romano demuestra la necesidad de una acción política articulada, dejando al margen los elementos prácticos que restan más fuerza de la que consiguen aglutinar. Los coches quemados o los escaparates rotos en las calles de Roma son ejemplo de esto (y su clasificación como “acción política” puede ser ampliamente discutible). No se trata de renunciar a formas específicas de hacer política, como determinación absoluta; se trata de interpretar correctamente la realidad que se enfrenta y de saber adaptar la propia acción al escenario sobre el que se quiere operar un cambio. Es un equilibrio muy difícil de alcanzar, porque requiere cálculos milimétricos en la combinación de gran diversidad de elementos prácticos, pero no imposible. Y en él se encuentra la clave de una política verdaderamente transformadora, revolucionaria.

En definitiva, hablar de práctica política es hablar de prácticas de conflicto. La clave para una práctica política eficaz está en comprender las relaciones de poder que perpetúan las situaciones del conflicto a través de las cuales se dibuja la frontera entre el 99% y el 1%, para articular frente a ellas respuestas que no sólo representen una defensa, sino que sirvan para poner fin a dichas relaciones e inventar otras nuevas. Esta práctica, en su identificación -crítica, como escribió Gramsci- con la teoría, debe conformar un todo coherente y sinérgico cuya fuerza transformadora permita construir un orden nuevo. Ese que, como decía Durruti, llevamos en nuestros corazones.





Andrés Merino, militante de Contrapoder y de Juventud SIN Futuro. Agradezco especialmente sus opiniones y sugerencias a Íñigo Errejón y a Carmen Aldama.